-Todos los sueños con pájaros son de buena salud -dijo.==========-Ya estás en tiempo de desbravar -le dijo.==========Victoria Guzmán necesitó casi 20 años para entender que un hombre acostumbrado a matar animales inermes expresara de pronto semejante horror. «Dios Santo -exclamó asustada-, de modo que todo aquello fue una revelación!»==========«Mi hijo no salía nunca por la puerta de atrás cuando estaba bien vestido».==========Clotilde Armenta, la dueña del negocio, fue la primera que lo vio en el resplandor del alba, y tuvo la impresión de que estaba vestido de aluminio. «Ya parecía un fantasma», me dijo.==========-Por el amor de Dios -murmuró Clotilde Armenta-. Déjenlo para después, aunque sea por respeto al señor obispo.==========«Fue un soplo del Espíritu Santo», repetía ella a menudo. En efecto, había sido una ocurrencia providencial, pero de una virtud momentánea.==========Nadie se preguntó siquiera si Santiago Nasar estaba prevenido, porque a todos les pareció imposible que no lo estuviera.==========Pero después de que el obispo pasó sin dejar su huella en la tierra, la otra noticia reprimida alcanzó su tamaño de escándalo.==========-Hay que estar siempre de parte del muerto==========Mi madre le dio la bendición final en una carta de octubre. «La gente lo quiere mucho -me decía-, porque es honrado y de buen corazón, y el domingo pasado comulgó de rodillas y ayudó a la misa en latín.» En ese tiempo no estaba permitido comulgar de pie y sólo se oficiaba en latín, pero mi madre suele hacer esa clase de precisiones superfluas cuando quiere llegar al fondo de las cosas.==========-Cuando despierte -dijo-, recuérdame que me voy a casar con ella.==========«Muchachas -les decía-: no se peinen de noche que se retrasan los navegantes.»==========«Son perfectas -le oía decir con frecuencia-. Cualquier hombre será feliz con ellas, porque han sido criadas para sufrir.»==========y mi madre decía que había nacido como las==========grandes reinas de la historia con el cordón umbilical enrollado en el cuello.==========pues los cuatro habíamos crecido juntos en la escuela y luego en la misma pandilla de vacaciones, y nadie podía creer que tuviéramos un secreto sin compartir, y menos un secreto tan grande.==========Se había dormido a fondo cuando tocaron a la puerta. «Fueron tres toques muy despacio -le contó a mi madre-, pero tenían esa cosa rara de las malas noticias.»==========Sin embargo, la realidad parecía ser que los hermanos Vicario no hicieron nada de lo que convenía para matar a Santiago Nasar de inmediato y sin espectáculo público, sino que hicieron mucho más de lo que era imaginable para que alguien les impidiera matarlo, y no lo consiguieron.==========Les recordé que los hermanos Vicario sacrificaban los mismos cerdos que criaban, y les eran tan familiares que los distinguían por sus nombres. «Es cierto -me replicó uno-, pero fíjese que no les ponían nombres de gente sino de flores.»==========«Parecían dos niños», me dijo. Y esa reflexión la asustó, pues siempre había pensado que sólo los niños son capaces de todo.==========Pedro Vicario me pareció siempre más sentimental, y por lo mismo más autoritario.==========-Esto no tiene remedio -le dijo-: es como si ya nos hubiera sucedido.==========Halcón que se atreve con garza guerrera, peligros espera.==========El cuerpo había sido expuesto a la contemplación pública. en el centro de la sala, tendido sobre un angosto catre de hierro mientras le fabricaban un ataúd de rico.==========La masa encefálica pesaba sesenta gramos más que 1a de un inglés normal, y el padre Amador consignó en el informe que Santiago Nasar tenía una inteligencia superior y un porvenir brillante.==========-No puedo -dijo-: hueles a él. No sólo yo. Todo siguió oliendo a Santiago Nasar aquel día.==========De modo que no era concebible que fueran a alterar de pronto su espíritu pastoral para vengar una muerte cuyos culpables podíamos ser todos.==========al amparo del agotamiento público,==========Al verla así, dentro del marco idílico de la ventana, no quise creer que aquella mujer fuera la que yo creía, porque me resistía a admitir que la vida terminara por parecerse tanto a la mala literatura.==========Lo que más me sorprendió fue la forma en que había terminado por entender su propia vida.==========Había hecho más que lo posible para que Ángela Vicario se muriera en vida, pero la misma hija le malogró los propósitos, porque nunca hizo ningún misterio de su desventura. Al contrario: a todo el que quiso oírla se la contaba con sus pormenores, salvo el que nunca se había de aclarar: quién fue, y cómo y cuándo, el verdadero causante de su perjuicio, porque nadie creyó que en realidad hubiera sido Santiago Nasar.==========La verdad es que hablaba de su desventura sin ningún pudor para disimular la otra desventura, la verdadera, que le abrasaba las entrañas.==========Dueña por primera vez de su destino, Ángela Vicario descubrió entonces que el odio y el amor son pasiones recíprocas.==========Se asustó, porque sabía que él la estaba viendo tan disminuida como ella lo estaba viendo a él, y no creía que tuviera dentro tanto amor como ella para soportarlo.==========Durante años no pudimos hablar de otra cosa. Nuestra conducta diaria, dominada hasta entonces por tantos hábitos lineales, había empezado a girar de golpe en torno de una misma ansiedad común. Nos sorprendían los gallos del amanecer tratando de ordenar las numerosas casualidades encadenadas que habían hecho posible el absurdo, y era evidente que no lo hacíamos por un anhelo de esclarecer misterios, sino porque ninguno de nosotros podía seguir viviendo sin saber con exactitud cuál era el sitio y la misión que le había asignado la fatalidad.==========Pero la mayoría de quienes pudieron hacer algo por impedir el crimen y sin embargo no lo hicieron, se consolaron con el pretexto de que los asuntos de honor son estancos sagrados a los cuales sólo tienen acceso los dueños del drama.==========Sobre todo, nunca le pareció legítimo que la vida se sirviera de tantas casualidades prohibidas a la literatura, para que se cumpliera sin tropiezos una muerte tan anunciada.==========Ángela Vicario, por su parte, se mantuvo en su sitio. Cuando el juez instructor le preguntó con su estilo lateral si sabía quién era el difunto Santiago Nasar, ella le contestó impasible: -Fue mi autor.==========«Me hice bolas -me explicó Celeste Dangond- pues de pronto me pareció que no podían matarlo si estaba tan seguro de lo que iba a hacer.»==========La fatalidad nos hace invisibles.==========Flora Miguel lo esperaba en la sala, verde de cólera, con uno de los vestidos de arandelas infortunadas que solía llevar en las ocasiones memorables, y le puso el cofre en las manos.
Saturday, December 01, 2012
Citas: Cronica de una muerte anunciada. (Gabriel García Márquez)
Subscribe to:
Post Comments (Atom)
No comments:
Post a Comment